BY OSCAR MONTERO
Existe en nuestra sociedad un concepto muy equivocado sobre el sacrificio.
La creencia es que si te sacrificas por alguien, demuestras tu amor hacia esa persona pero al mismo tiempo esperas, por sacrificarte, “cobrar” un sacrificio, más adelante, de su parte.
Haces un trabajo y cobras un dinero. Te sacrificas por alguien y has de cobrar sacrificios de ese alguien. Eso es una payasada.
Lo que haces, ¿no lo haces porque precisa ser hecho y porque quieres hacerlo? Piensalo bien.
Imagínate que dices a tu hijo: “Durante años tu madre y yo no nos divertimos, no salimos de vacaciones ni fuimos a restaurantes. Estuvimos juntando dinero por ti”.
Como hijo, si oyes eso, no puedes quedar feliz. Lo que entiendes es que eres en realidad la causa de sufrimiento de tus padres. Cargas con una culpa que te hace sentirte deprimido.
Amor torcido
Desde luego, no es una declaración de amor. Más bien, es una declaración de un amor un tanto torcido.
Lo que quieres es dar amor, no quieres dar tu dolor porque dar tu dolor al otro es un concepto macabro.
Por ejemplo, imagina que entras en el metro y una persona que está sentada, y que le cuesta horrores mantenerse bien en pie, te ofrece sentarte en su asiento.
Al quedar tú sentado viendo cómo le duele, el dolor del otro no es placentero para ti.
Obviamente cuando veo dolor en el otro yo no quedo feliz: nadie quiere ser la causa del sufrimiento para otro.
Existe un concepto de sacrificio diferente que no involucra este trasfondo de abnegación. Este concepto involucra prioridades, intercambios y, finalmente, la convicción de que lo haces, lo haces porque quieres hacerlo. Lo haces por comprender cuál es tu dharma, tu deber, o porque es, simplemente, tu deseo. No lo haces nada realmente porque otro te lo diga.
Por ejemplo, en el ajedrez das prioridad a salvaguardar al rey, y para ello, puedes, por ejemplo, sacrificar la reina sin sentir dolor. Reconoces que la reina es una pieza poderosa pero la intercambias sin un sentido de culpabilidad.
Otro ejemplo: evitas usar vasos de plástico porque es un crimen para la ecología. Priorizas tu elección porque quieres el bien para tí y para los demás. Es una elección en base a lo que quieres tu, sin una traslación de dolor.
Por un lado, entiendes la prioridad del intercambio. Y por otro, no menos importante, entiendes la importancia de la elección y del esfuerzo que haces. Aprecias que para conquistar algo existe algo que has de priorizar e intercambiarlo por recursos (tiempo, dinero, esfuerzo …)
Último ejemplo: si quieres estudiar vedanta para obtener autoconocimiento y equilibrio, priorizas una hora a la semana para asistir a una clase. Esa hora podrías estar pasando el rato en Instagram, y está muy bien si es lo que decides, pero eliges, voluntariamente, intercambiar un rato de tu tiempo de entretenimiento por autoconocimiento y equilibrio.
Es eso un sacrificio basado en lo que gano y no en la abnegación.
Ganas un conocimiento que mejora tu vida, estás una hora contigo mismo y comienzas a ganar fuerza al elegir una opción que sabes que te da lo que quieres y te acerca a la persona que quieres ser.
En cualquier caso, una clase de vedanta* no una tortura. También puedes reirte, y llorar.
Entonces reconocemos tres cosas:
- Hay prioridades
- Eliges lo que precisas conquistar para ser la persona que quieres ser.
- Todo lo que haces ha de implicar que quieres hacerlo, nadie te apunta con un revólver.
Si reconoces esas tres cosas, te valoras a ti mismo y dejas de vivir una vida en piloto automático.
De esta forma, mantienes un diálogo interno que da significado a tus elecciones en vez de condenar a otros por hacer sacrificios que quieres, eventualmente, cobrar. Eliges cuidar a los demás porque tú quieres cuidarlos, no porque esperas que ellos te den algo a cambio. Sino es un puro negocio. Si te dan algo a cambio o no, es su elección y su problema.
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